Saulo, también llamado Pablo, lleno del Espíritu Santo, lo miró fijamente y le dijo a Elimas: “¡Mentiroso, malvado, hijo del diablo y enemigo de todo lo bueno! ¿Por qué no dejas de torcer los caminos rectos del Señor? Ahora el Señor te va a castigar: vas a quedarte ciego, y por algún tiempo no podrás ver la luz del sol.”

Hechos 13,9-11

A lo largo de la historia, el delito de torcer los caminos rectos del Señor es condenado con la muerte o, con suerte, con el destierro. Pero el Espíritu Santo elige otros caminos para los humanos, y así como hizo con Pablo, prefiere darle la oportunidad de cambiar y reparar lo que se ha pervertido.

Elimas es más que un chanta, premeditadamente tuerce el mensaje de Dios en provecho propio y está más interesado en su beneficio que en Dios o su mandato.

Si miramos de cerca nuestro barrio o ciudad, vamos a encontrarnos con otros Elimas, sedientos de poder o dinero, lo que es lo mismo. Algunos, desde espacios religiosos hablando en nombre de un Dios que no conocen y condenando o perdonando según sus propios criterios o conveniencias… pero también los hay empleados públicos, profesionales de la salud, educadores… son los pastores que, en lugar de cuidar las ovejas, se comen las más gordas y descuidan las heridas.

El único que puede iluminar nuestras vidas y sacarnos de la ceguera es el Espíritu Santo, pero nada puede el Espíritu si pretendemos insistir en nuestra cerrazón.

¡En nuestra oscuridad, enciende la llama de tu amor, Señor!

Peter Rochón

Hechos 13,1-12

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