Ascensión de Cristo
Yo voy a enviar sobre ustedes la promesa de mi Padre, pero ustedes, quédense en la ciudad de Jerusalén hasta que, desde lo alto, sean investidos de poder.
Lucas 24,49
En muchas situaciones nos sentimos sobrecargados y abrumados. Nos sentimos débiles para afrontar con serenidad, firmeza y valor catástrofes, enfermedades, pandemias, guerras, miserias y campos de concentración. La desilusión, la frustración y la pérdida del sentido y el gusto por la vida tienen un efecto devastador a largo plazo. La destrucción de la esperanza acaba con nuestro aliento.
Por eso es fundamental entender que Jesús, el crucificado y el resucitado, no nos dejará solos frente a las diversas situaciones. La presencia física de Jesús se transformará en la presencia real pero modesta del Espíritu. Esta presencia es modesta en comparación con la forma habitual de ejercer fuerza. ¡Mientras tanto, los discípulos deben permanecer juntos! El aislamiento va debilitando la fuerza de la vida.
En esa comunión, el don de lo alto soplará sobre cada uno y cda una, para impulsarlos a salir al encuentro de los demás y hacerles conocer una vida mejor, caracterizada por la compasión, la intimidad y el amor. La fuerza no reside en el yo, sino en el nosotros abierto a la acción de Dios. Para experimentar el don de lo alto, primero debemos experimentar el don del encuentro con los demás. Aprender a convivir en la diversidad es indispensable para ser testigos de Dios en las situaciones adversas que nos toca enfrentar, sostenidos por esa Presencia misteriosa que nos otorga nuevas fuerzas.
Ayúdanos a permanecer unidos y unidas, fortalécenos con tu Espíritu. Amén.
Juan Carlos Wagner