El Señor dice: “Yo hago una alianza con ustedes y les prometo que mi poder y las enseñanzas que les he dado no se apartarán jamás de ustedes ni de sus descendientes por toda la eternidad.”

Isaías 59,21

La Palabra Divina que nos acerca el profeta Isaías, nos recuerda que Dios nunca se olvida de nosotros, ni deja librado todo al azar.

Las enseñanzas de Dios no son una carga en nuestra vida, sino que nos ayudan a liberarnos de las ataduras de todo lo artificial y material que cotidianamente nos ata y nos quita plenitud a nuestra vida. Las enseñanzas de Dios sirven para edificar nuestras vidas.

Y la promesa de Dios va más allá, porque se extiende por la eterni-dad. No sólo es una promesa que nos incluye a todos y todas, sino que no tiene caducidad, no se oxida, no se pierde.

La alianza de Dios para con nosotros es eterna. Es una alianza de amor que se concreta en su Hijo Jesús.

Que en este tiempo de Adviento, recordemos que la Promesa de Dios para nosotros no se extingue, sino que está más presente que nunca para ayudarnos a dar testimonio de ella, de su amor y de la esperanza que, en Cristo, se vuelve real y eterna.

Tú me perdonas, me impartes el gozo, tierno me guías por sendas de paz; eres mi fuerza, mi fe, mi reposo y por los siglos mi todo serás. (Canto y Fe N° 263)

Joel A. Nagel

Isaías 59,15b-21

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