Es nuestro deber obedecer a Dios antes que a los seres humanos.

Hechos 5,29

Es muy interesante observar el comportamiento de los niños pequeños cuando están y cuando no están con sus padres. En general, cuando están con ellos se muestran confiados, exploran más, ríen, se comunican. ¿Quién no ha visto a uno arrojarse a los brazos de la mamá o del papá, sin miedo, confiado en que va a ser tomado?

En el relato bíblico, Pedro y otros apóstoles son llevados a juicio por incumplir la prohibición de enseñar sobre Jesús. Son tiempos de persecución política y religiosa, de opresión y sufrimiento. Sus vidas corren riesgo. No obstante, se mantienen firmes en su actuar, y con seguridad y fuerza responden: “obedecemos a Dios antes que a ustedes”.

Los apóstoles conocieron al Señor y no podían dejar de dar testimonio de su vida y del amor recibido de parte de Él; y lo hacían sin miedo, porque confiaban en sus promesas tal como confía el niño que se arroja a los brazos de sus padres. Así, sólo el que confía puede decir sinceramente, y en comunión con los apóstoles, “hay que obedecer a Dios antes que a todo”; pues, como ellos, no cederá ante los padecimientos, la injusticia, los malos gobiernos, los poderes del mundo; y su desobediencia no es egoísta ni pecaminosa, al contrario, es salvadora, porque es obediencia a Dios y no a una filosofía particular, y les impide acomodarse a los cánones de maldad que rigen al mundo actual.

Señor, danos la fuerza para obedecerte antes que a todo. Amén.

Robinson Reyes Arriagada

Hechos 5,17-33

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