Vino pues Jesús (a Betania), y halló que Lázaro estaba en el sepulcro.

Juan 11,17

Pensar en un amigo que está en el sepulcro, es recordar su fallecimiento y todos los detalles que suelen acompañar a episodios de esa naturaleza.
El discípulo Tomás y su grupo, dieron todo por concluido, se volvieron fatalistas y por eso dijeron: “vamos también nosotros para que muramos con él” (Juan 11,16).
Jesús vio propicia la oportunidad para enseñarles que si hay fe en Dios no está todo perdido: “Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque esté muerto vivirá” (Juan 11,25). Que la muerte no tiene la última palabra. Los estaba preparando para que enfrentaran los difíciles momentos que se avecinaban. ¿Para qué? Para que creyeran en sus enseñanzas… Es así, también hoy nosotros necesitamos esa misma esperanzadora energía que da sólo Cristo. Todos conocían su realidad allá en aquella caminata hacia Jerusalén, hacia el maltrato, hacia la muerte.
El Señor sabía dónde iba, lo que le esperaba y no deseaba sembrar más dolor en sus amigos. Quién debería ser confortado y consolado es el que consuela, es quien los (nos) fortalece.
En la actualidad ¿sabemos nosotros contra qué debemos sobreponernos, contra qué fuerzas negativas debemos “pelear” y no perder la fe? Pienso que es importante saberlo para salir airosos de las batallas de nuestro diario vivir, sin olvidar de que el Señor también estará ahí.
¿Te hallas triste o abatido? ¿Fatigado estás? Cristo dice: “En mí descanso hallarás”. Si he de hallar en él mi guía, ¿Qué señal tendrá? Manos, pies, costado heridos por tu paz”. (Cántico Nuevo Nº 240)

Alicia S. Gonnet

Juan 11,11-19

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