Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y cuando este se durmió, tomó una de sus costillas y cerró con carne el lugar vacío.
Génesis 2,21

“Hizo caer sueño”… No se trata de una anestesia divina, pero está presente para ocultar al hombre la obra de la creación. La creación de la mujer es un misterio que el varón no debe contemplar. Siempre la obra de la creación es de Dios, y solo Él posee el aliento de vida.
Antes, Dios “formó al hombre del polvo de la tierra” y formó los animales “de la tierra”. Sin embargo, Dios crea a la mujer usando parte del varón, su costilla, una sustancia viva. No hace a la mujer superior al varón, sino que la hace igual al varón, de la misma materia, el varón la describe como “hueso de mis huesos, y carne de mi carne”.
“No hecha de su cabeza para excederle, no de sus pies para ser pisoteada por él, sino de uno de sus costados para ser igual que él, bajo su brazo para ser protegida, y para oír su corazón para ser amada” (Gordon J. Wenham, Comentario bíblico de Word: Génesis 1-15, Dallas, Word Books, 1987). ¡Por eso con vehemencia decimos no al maltrato, no al abuso, no a la violencia, no al femicidio!
Dios trae a la mujer al hombre como un padre que entrega a su hija en matrimonio, con alegría y emoción, creyendo que este encuentro hará que ambos se conviertan en mejores personas. Parece que Dios presenta a la mujer al hombre como la ayuda y compañía adecuada que el hombre no había logrado encontrar.
Que Dios recree en nuestro mundo, marcado por tanta violencia y maltrato, el verdadero sentido de la comunión y haga de los vínculos de pareja verdaderos espacios de ayuda, esa compañía que sea capaz de aliviar las soledades.
¡Si tenés esposa o esposo, compañero o compañera… abrázalo/a fuerte y dale gracias por ser tu ayuda adecuada!

Sergio López