Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que yo, el Señor tu Dios, te saqué de allá con mano fuerte y brazo extendido.
Deuteronomio 5,15a
Vamos a empezar este día con un juego. Si estamos en un grupo con muchas personas y les preguntamos el lugar donde nacieron, ¿cuántas personas han migrado de un lugar a otro y no viven en su lugar de origen?
Esta simple pregunta nos recuerda el constante movimiento de las personas, ya sea por trabajo, por necesidades económicas o por cuestiones de violencia. El caso es que muchas de nosotras y muchos de nosotros entramos en un proceso de migración, a través del cual aprendemos a gestionar en otros espacios el diálogo, el aprendizaje, la aceptación y el respeto.
Reconocer de dónde venimos es importante para afianzar nuestra propia personalidad, pero también para construir otras realidades con toda nuestra experiencia y generar espacios comunes y posibles que nos inviten a la paz.
La Palabra nos invita hoy a ser amables con quienes han venido de otros países, sin importar las condiciones en que lleguen. La diversidad de personas y nacionalidades nos recuerda la gran creación de Dios al hacernos tan diferentes y con grandes riquezas.
Oremos: Querido Dios, ayúdanos hoy a recordar a las personas que están migrando por diferentes circunstancias. Que tus manos sean nuestras manos y demos con ternura lo que necesitan. Que seamos capaces de acogerlos en nuestras comunidades y apoyar con nuestros recursos a las organizaciones y líderes que trabajan en esta gran obra. Que nuestra memoria nos recuerde de dónde venimos y reconozcamos cuántas manos se extendieron para que nuestras vidas estuvieran a salvo. En tu bondad, te pedimos esto, Amén.
Ángela Trejo Haager