Y todos los que le oían se admiraban de su inteligencia y de sus respuestas.

Lucas 2,47

La familia se presenta nuevamente en el templo para la fiesta, como todos los años. En el camino de regreso pierden al niño, que ahora ya tenía 12 años. Lo buscan desesperadamente. Desandan el camino desesperadamente. Lo encuentran rodeado de los grandes, presentes en el templo, escribas, sacerdotes, creyentes. Su respuesta no es comprendida por ellos: “¿Por qué me buscan? ¿No saben que tengo que estar en la casa de mi Padre?” (v. 49)

Pero todos los que estaban con él en el templo, dialogando y respon-diendo preguntas, y lo oían, “se admiraban de su inteligencia” (v. 47). El Evangelio muestra varias personas que “descubren” ahora que este niño, llamado Jesús, es el esperado.

María y José volvieron a su ciudad Nazareth, donde siguió su curso normal la vida de la familia. No hay detalles. Sin embargo, el Evangelista Lucas describe la vivencia de María: “…guardaba todo esto en su corazón” (v. 51b). La primera vez es durante visita de los pastores en el establo de Belén, cuando cuentan a la familia con el niño recién nacido, lo que escucharon en el campo cuando los ángeles anunciaron: “Hoy les ha nacido… un salvador, el Mesías, el Señor” (Lucas 2,12). Más adelante, “María guardaba todo esto en su corazón, y lo tenía muy presente (2,19). La segunda vez dice esto de María cuando habían regresado de Jerusalén.

A medida que el niño crecía su madre recordaba esas palabras y experiencias tan profundas y significativas para la fe y esperanza del pueblo. Tres momentos durante su crecimiento, que se agregan a las palabras de los ángeles y la visita de los pastores. Simeón con su canto de alabanza, al tener al niño en brazos, Ana, que comenzó a hablar del niño como Salvador y los sacerdotes, escribas y la comunidad en el templo, que se admiraban de su inteligencia.

Las palabras y experiencias dieron significado a las palabras de los ángeles anunciándole que tendría un hijo. María “lo tenía muy presente”. En la vida simple de esa familia creyente, “… Jesús seguía creciendo en cuerpo y mente, y gozaba del favor de Dios y de los hombres.” (v. 52)

¿Nosotros somos capaces de reconocer signos simples y cotidianos como obra de Dios en nuestra vida?

Everardo Stephan
Lucas 2,41-52

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print