Jueves 31 de julio

 

Llegué a odiar también todo el trabajo que había realizado en este mundo, pues todo ello tendría que dejárselo a mi sucesor. Y una cosa era segura…

 

Eclesiastés 2,18-19

 

¿Qué te pareció el texto? Controvertido, ¿verdad? De ahí surgió la pregunta inicial. La mayoría de nosotros estamos acostumbrados a trabajar tanto como sea posible, y esto no está del todo mal. Debemos ganar nuestro pan de cada día y velar por el bienestar de los nuestros, pero también debemos reservar tiempo para Dios, nuestra familia y las pequeñas cosas que dan sentido a la vida.
El texto nos recuerda que, al final, no siempre podemos controlar lo que sucede con lo que dejamos atrás, y también nos invita a reflexionar sobre si realmente estamos haciendo bien nuestro trabajo y qué legado estamos dejando. Debemos plantearnos la siguiente pregunta: ¿les estamos enseñando a nuestros hijos e hijas a ser buenos cristianos? Pero la verdadera pregunta que debemos hacernos es: ¿estamos siendo buenos cristianos y dando el ejemplo a quienes nos rodean? Si la respuesta es afirmativa, ¿por qué preocuparnos por lo que harán nuestros sucesores con nuestros bienes?
Pero, ¿eso realmente importa? ¿Acaso vamos a llevarnos algo de valor económico al partir? En resumen, este pasaje nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de nuestro trabajo y legado. Nos recuerda que, aunque no siempre podamos predecir el futuro o controlar los resultados, podemos encontrar alegría y propósito viviendo de manera auténtica y valorando los pequeños momentos de la vida. Al final, el gozo y el bien que hacemos son lo que realmente enriquece nuestra existencia en esta tierra.

 

José Arturo Schlickmann Tank

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