Te encargo mucho que prediques el mensaje y que insistas cuando sea oportuno y aún cuando no lo sea.

1 Timoteo 4,2

Esta carta pastoral dirigida a Timoteo también nos invita a nosotros como discípulas y discípulos seguidores de Jesús a predicar la Palabra, el mensaje de salvación, de manera insistente cuando sea la oportunidad y aún cuando nos parezca que no es el momento adecuado para hacerlo.

Pero la carta no sólo exhorta a Timoteo a predicar sino también a obrar, le llama a la acción de una manera comprometida con la ética cristiana, recomendándole “conservar el buen juicio y cumpliendo bien con su trabajo”.

El ritmo de vida que llevamos actualmente nos hace encontrar más momentos inoportunos que oportunos para poder conversar sobre la fe, para poder dar testimonio de nuestra vida como cristianas y cristianos, para poder mirar la realidad en la que vivimos y poder interpretarla a través de los lentes del evangelio. Esperando el momento propicio se pasan los días y se escurre el tiempo… y ni nos damos cuenta cómo fue que el tiempo pasó tan rápido y, muchas veces, en qué lo estuvimos utilizando.

Si esta sensación no es solo mía, sino tuya también, entonces me cuestiono cuánto más difícil es poder concretar la invitación a realizar la misión a la que Dios me convida en el mundo, que no es sólo predicar, sino también comprometerme a repensar mis juicios de valor, mis miradas y mis acciones, mis elecciones y libertades, lo que soy y lo que Dios me ha dado a partir de ese evangelio de amor y justicia.

La invitación no es sólo a repensarme y a repensarnos sino también a mirarnos en conjunto como parte de un entretejido comunitario. Estamos leyendo una carta de “alguien” que tomó también la posta y se unió a un movimiento de misioneros y misioneras y que aún sintiendo que estaba a punto de morir, tenía el sabor inigualable de sentir que al llegar al término de la carrera de la vida se había mantenido fiel.

Carola Tron

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