Elías le dijo a Eliseo: “¿Qué quieres que yo haga por ti? Pídeme lo que quieras antes de que me separe de ti.” Y Eliseo le dijo: “Te ruego que me des una doble porción de tu espíritu.”
2 Reyes 2,9
En el libro de los Hechos de los Apóstoles, capítulo 8, un tal Simón el Mago ofrece a los apóstoles que le “vendan” poder para usar el Espíritu Santo en provecho propio, sea económico o con la intención de brillar ante los demás.
La historia de Eliseo nos relata cómo este profeta, al despedirse de su maestro Elías, pide a éste, le conceda “una doble porción de su espíritu”. Este su deseo se cumplió, pudiendo ayudar a través de muchos milagros a personas que estaban pasando por situaciones difíciles.
Así pudo sanear un manantial cuyas aguas eran malas, porque esterilizaban los cultivos, y provocaban enfermedad y muerte.
Para una mujer pobre multiplicó el aceite de una vasija llenándose varias tinajas, de modo que la mujer pudo pagar deudas y vivir cierto tiempo de la venta del aceite restante. Resucitó al hijo de una mujer sunamita.
Durante una hambruna multiplicó veinte panes que trajo un hombre, a punto que cien hombres comieron y sobró.
Curó de lepra a Naamán, general del ejército del rey de Siria.
A través de tales milagros se notó la presencia del espíritu de Eliseo. El espíritu de Dios a través de sus profetas.
Es el espíritu que Jesús les promete a sus seguidores: “Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!” (Lucas 11,13)
Es el Espíritu Santo que obra a través de los creyentes mediante las acciones de amor y servicio a los demás.
Dieter Kunz 2 Reyes 2,1-18