Entonces los ciegos verán y los sordos oirán; los lisiados saltarán como venados y los mudos gritarán. En el desierto, tierra seca, brotará el agua a torrentes. El desierto será un lago, la tierra seca se llenará de manantiales. Donde ahora viven los chacales, crecerán cañas y juncos.
Isaías 35,5-7

Vaya, el profeta Isaías sabe cómo elevar el ánimo de aquellos que lo tenían por los suelos. Tantas dificultades, tanto sufrimiento, tanta desolación, ahora reciben un bálsamo de frescura y optimismo al escuchar o leer estas palabras que nos dicen: No solo se restaurará la tierra a su belleza primitiva, sino que se eliminarán todas las enfermedades.
En vista de esta completa liberación de todas las consecuencias de la rebeldía, junto con el pueblo de Dios, las heridas de la tierra también serían sanadas. Habrá aguas en el desierto, arroyos que cubrirán la arena reseca y manantiales que brotarán de las tierras sedientas; ya no será un espejismo, sino verdadera hierba con cañas y juncos que saludarán a los peregrinos que regresan y sanan.
El comienzo de esta maravilla de la redención de Dios llegó cuando Jesús estuvo aquí por primera vez, abriendo los ojos ciegos, sanando los miembros cojos, desbloqueando los oídos sordos y desatando las lenguas mudas. Ciertamente, si tenemos la voluntad de hacer la voluntad de Dios, sabremos que somos parte de ese proyecto y que todo trabajo como iglesia apunta a hacerlo más real.

Jorge Buschiazzo

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