Epifanía

Cuando los sabios vieron la estrella, se alegraron mucho.

Mateo 2,10

No hay nada tan maravilloso como una noche estrellada. Tirarse en el suelo y observar el brillo multicolor de las estrellas es un espectáculo único. Podemos observar los dibujos que arma nuestra imaginación o podemos reconocer las constelaciones y el nombre de las estrellas. Pero siempre hay una que nos llama la atención, que de alguna manera nos hipnotiza.
El ser humano siempre se sintió atraído por las estrellas, hasta hoy son usadas como guía para los viajantes.
Para Abraham, fue la promesa de la gran descendencia, que somos nosotros, hijos e hijas suyas en la fe. Para los cristianos la estrella es la de Belén, aquella que siguieron los sabios de Oriente, aquella que se ubicó justo encima del Niño y su madre. Dice el evangelio que cuando la vieron se alegraron mucho. Pero ¿de qué se alegraron? Ellos habían venido desde lejos para ver el gran acontecimiento, el que marcó la historia de la humanidad.
Esta historia que muchas veces sentimos que es para niños ¿de qué manera se relaciona con nuestras vidas?
Así como la estrella de Belén se ubicó justo encima del pesebre, Jesús, con su luz, se ubica justo encima de nosotros para iluminarnos y darnos la alegría en la vida. De esta manera nunca más nos sentimos solos, sino que nos acompaña adonde vayamos, nos da fuerzas, claridad y sobre todo esperanza, en esa certeza de que cada cosa tiene su ciclo, que todo se acaba, pero Dios es para siempre.

Estela Andersen

Salmo 72,1-7.10-14; Isaías 60,1-6; Efesios 3,1-12; Mateo 2,1-12 Agenda Evangélica: Salmo 72,1-3.10-12; Isaías 60,1-6; Mateo 2,1-12; Efesios 3,1-7; Juan 1,15-18 (P)

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