Porque el Señor, Dios de Israel, ha dicho que no se acabará la harina de la tinaja ni el aceite de la jarra hasta el día en que el Señor haga llover sobre la tierra.
1 Reyes 17,14
En la cultura hebrea, brindar hospitalidad es una parte fundamental de su práctica religiosa, ya que este mandato proviene de Dios. La viuda de Sarepta, sin darse cuenta, recibe la visita de un mensajero divino. A pesar de su deseo de ofrecer una comida adecuada al viajero, lamentablemente ya no cuenta con los recursos necesarios para hacerlo. Intenta explicar que apenas dispone de “casi” nada para compartir.
Sin embargo, el viajero acepta el ofrecimiento de “casi” y le indica que prepare lo poco que le queda, porque incluso eso puede compartirse. La viuda se anima y obedece, y en ese momento se cumple la promesa: la harina y el aceite nunca faltan cuando se comparten generosamente.
En ocasiones he presenciado un resplandor intenso en los ojos de personas que, por alguna razón, se encuentran sin recursos, pero de repente reciben el cálido abrazo de la comunidad que les entrega un paquete de arroz y unos tomates. Esto logra que no solo sobrevivan sin pasar hambre, sino también que eviten caer en la desilusión, la soledad y el quebranto del espíritu
Que el bondadoso Dios no deje que nos falte un poco de harina y un poco de aceite, ni a ti ni a mí; y si llegara a ser necesario, que tome nuestras manos y nuestras energías para que otras personas puedan experimentar esta promesa cumplida en sus vidas también.
Cristina La Motte