Yo, el Señor, te llamé y te tomé por la mano, para que seas instrumento de salvación; yo te formé, pues quiero que seas señal de mi alianza con el pueblo, luz de las naciones. Quiero que des vista a los ciegos y saques a los presos de la cárcel, del calabozo donde viven en la oscuridad.
Isaías 42,6-7
Cuando miramos el texto de Isaías 42, que habla del Siervo del Señor, encontramos un llamado especial revelado al Profeta Isaías que, en la tradición cristiana, atribuimos a Jesús como el cumplimiento de esta promesa. El Dios encarnado que sufre y camina junto a su creación, y en su caminar, trae consigo la justicia del Reino como un valor innegociable.
Como discípulos y discípulas de Jesús, parte de su iglesia, nos hacemos partícipes de esta misión. En un mundo con tantas cárceles y calabozos oscuros, donde habitan personas sin esperanza y luz, la iglesia de Cristo en todo el mundo es llamada a luchar por la liberación, una liberación por medio del derecho de Dios dentro y fuera de su pueblo, restaurando las cañas rotas y los pábilos humeantes, dondequiera que estén y sean quienes sean.
Muchas veces caemos en la trampa de pensar que somos especiales, que, como cristianos y cristianas, tenemos más derechos o somos más bendecidos, y nos cerramos en nuestros círculos seguros y virtuosos de personas de fe. Dios llama a toda su creación a sufrir con quien sufre, pues también fuimos en algún momento ciegos, presos o estábamos en la oscuridad, y su gracia nos rescató. Solo en solidaridad, caminando juntos y juntas en el sufrir, sabremos disfrutar de la liberación propuesta por este Dios que de forma tan sublime empatiza y camina junto a su creación.
Señor de la Vida, te pedimos que no nos sueltes la mano. Queremos ser tu instrumento de salvación para todos los pueblos. Gracias por tan gran privilegio y amor por tu creación. Restaura nuestra vida y nuestra fe para que seamos dignos de tu amor y tu bondad, hoy y hasta el último día de nuestras vidas. Amén.
Paulo Eduardo Siebra Andrade
