Levántate, toma tu camilla y anda.

Marcos 2,9

Quizá por mi experiencia personal, me “tocan” profundamente los textos que tienen escenas de sanación. Y sobre todo si relacionan lo físico con el pecado. No porque yo sea un santo sino por el efecto que produce que tras que se debe enfrentar el dolor de una enfermedad se tenga que escuchar: “Dios te está castigando.”

Sin embargo cambié de postura a lo largo de mi vida frente a este hecho de mi propio atravesar una enfermedad.

Primero estuve mucho tiempo enojado con Dios. Preguntas como

¿por qué a mí? ¿Será que Dios no me quiere? Y la lista sigue. Sufrí mucho en mi infancia. Tratamientos, operaciones, rehabilitación, sensación de echar lástimas por todos lados.

No tuve la suerte (o no lo supe ver) de tener amigos como los de este texto. Mis compañeros se burlaban de mí, y me pegaban de gusto.

Luego, en un segundo momento, busqué culpables y cambié el en- foque del enojo de Dios a… a veces mi padre, mi madre, los médicos, mis compañeros de escuela, la vida, yo mismo… me encerraba y me aislaba del mundo por miedo a enfrentarlo y sufrir más.

Finalmente, después de mucho tiempo, lo “acepté” y me “resigné”. Descubrí, después de todo un proceso, que iba a ser así. Era preferible amigarse con uno mismo y con la vida que me tocó y tratar de seguir adelante.

Aceptar sin buscar culpables me ayudó a salir adelante: solo yo puedo vivir mi vida.

Y recién después entendí. No se trata de buscar el por qué…. Sino el para qué…

¿Para qué Dios me puso esta prueba en mi vida?

Quizá esa haya sido la forma de tomar mi camilla y empezar a andar… y tal vez poder ayudar a otros a tomar su camilla y andar…

Pablo Münter

Marcos 2,1-12

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