Me encontraron los guardias que hacen la ronda de la ciudad; me golpearon, me hirieron; ¡los que cuidan la entrada de la ciudad me arrancaron el velo con violencia!

Cantares 5,7

Este versículo presenta el relato de una mujer que fue víctima de violencia. Su testimonio se parece a los tantos que escuchamos diariamente en la actualidad. Esa violencia fue ejercida por personas que tenían la obligación de cuidarla y protegerla, y prevenir la violencia.
En nuestra sociedad sucede muchas veces que, como dicen los refranes: “Está el zorro cuidando las gallinas”, o: “El gato cuidando los canarios”.
Es una triste realidad de muchas mujeres que son víctimas de la violencia por parte de sus parejas o ex parejas, que al hacer la denuncia a “los agentes del orden”, no son tomadas en serio, con el argumento de falta de pruebas.
Y, si mueren asesinadas por sus ex parejas, salen a la luz una serie de denuncias realizadas por la víctima ante las autoridades (in)competentes, y que no fueron tomadas en cuenta. Otras mujeres son re victimizadas haciéndoselas de algún modo responsables por las agresiones sufridas.
Jesús, nuestro Señor y Maestro, nos enseña en qué consiste el amor, y cómo éste se traduce en servicio, solidaridad, cuidado mutuo, y compromiso por hacer cada vez más presente, visible y tangible el Reino de Dios, de justicia y de paz. Es nuestra tarea cotidiana denunciar todas las formas de violencia e injusticia, sean del ámbito privado o público, y anunciar la nueva realidad del Reino de Dios.
Enviado soy de Dios, mi mano lista está a construir con él un mundo fraternal. Los ángeles no son enviados a cambiar un mundo de dolor en un mundo de paz. Me ha tocado a mí hacerlo realidad; ayúdame, Señor, a hacer tu voluntad. (Canto y Fe Nº 150)

Bernardo Raúl Spretz

Cantares 5,2-16

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