¡La fiesta de la Ascensión de nuestro Señor!

La ascensión de nuestro Señor Jesucristo a los cielos refiere a la exaltación de la humanidad de Cristo a la gloria de la vida divina. Ubicada entre la Pascua de Resurrección y Pentecostés esta celebración tiene su propia significación teológica y una particularidad: ocurre exactamente 40 días luego de Pascua, por lo que siempre cae en jueves. Se trata de una festividad que no tiene un día asignado feriado en nuestra región rioplatense, debido a lo cual ha ido quedando un tanto olvidada.

I

Durante cuarenta días, Jesús apareció resucitado corporalmente, en diversos lugares y ante diversas personas. En una ocasión lo vieron más de 500. Los discípulos incluso pensaron que había resucitado para quedarse y finalmente restaurar el reino de Israel, que en ese momento estaba bajo dominación del Imperio romano. Pero Jesús subió al cielo.
Ese día Jesús les pidió a los discípulos que permanecieran en Jerusalén y esperaran el Bautismo en el Espíritu Santo, el consolador que les daría poder. Y les encomienda la misión de evangelizar el mundo, enseñar, hacer discípulos y bautizar.

II
El término ‘ascensión’ viene del latín ascendere, que significa ‘subir’, ‘dirigirse hacia arriba’. En el original griego del Nuevo Testamento se usan varias palabras que captan este acontecimiento desde perspectivas diversas. Allí se encuentran las siguientes expresiones: fue «exaltado/levantado» junto a Dios (Filipenses 2,9; Hechos 2,33; Juan 12, 32.34); fue «glorificado» (Juan 7,39; 17, 1); «entró en su gloria» (Lucas 24,26); «voy al Padre» (Juan 16,28); «subo a mi Padre» (Juan 20,17); «fue recibido en el alto cielo y se sentó a la derecha de Dios» (Marcos 16,19); «está en los cielos» (Efesios 6,9); «se sentó a la derecha del trono de Dios» (Hebreos 12, 2). Hay que señalar la doble narración de Lucas: al final del Evangelio se dice que el Resucitado «se apartó de ellos y fue llevado a las alturas del cielo” (Lucas 24, 50-51); al comienzo de Hechos se afirma que «este mismo Jesús, que … (fue visto) irse al cielo, vendrá de la misma manera» (Hechos 1, 11). Mateo no habla expresamente de la ascensión; la supone y subraya la continuada presencia del Señor resucitado en medio de los suyos hasta el final del mundo (Mateo 28, 20).

La mayor parte de los estudiosos consideran el texto de Hechos 1, 3- 11 como un pasaje en el que Lucas desea relacionar el tiempo de Cristo con el de la Iglesia y habla del último encuentro sensible del resucitado con los discípulos.
La predicación cristiana ha incluido siempre en su anuncio de Cristo la ascensión. Desde el siglo IV la Iglesia celebra además una solemnidad litúrgica dedicada a la misma. La teología de los Padres de la Iglesia de los primeros siglos ha valorado este misterio de Cristo viéndolo como un rescate de la carne, de la corporeidad, salvada e introducida plena y definitivamente en la vida eterna del Dios incorruptible e inmortal (Ireneo de Lyon, Juan Crisóstomo, por ejemplo).

III

La ascensión del Señor apunta a la esperanza en el futuro de Dios y a la exaltación de la humanidad que lo espera con fe. Hasta su regreso, la misión confiada a sus discípulos es también la nuestra: anunciar el Evangelio de Jesucristo para salvación de toda persona que cree.

Para quien cree, la misión y evangelización no son una opción. Pero sí compromiso de amor al prójimo, testimonio de fe y respuesta al mandato de Cristo, a quien el Padre ha dado toda autoridad, en el cielo y en la tierra (Mateo 28, 18). Le invito a leer Hechos 1, 1-11.

Escrito del pastor Miguel Ponsati

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