QUILMES / Argentina | IERPcomunica – Con una celebración festiva la comunidad de Quilmes de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata (IERP) conmemoró 40 años acompañando a las infancias. Fue el domingo 25 de setiembre en templo y todo el predio de la Congregación, donde dieron gracias y compartieron la alegría por las cuatro décadas del trabajo diacónico en el acompañamiento a niños y niñas más pobres de la región a través de los jardines maternales, un testimonio de fe y del amor de Dios, tanto para las niñas, los niños, como también para las familias de Quilmes.
Este compromiso comenzó en setiembre de 1982. En aquel momento muchas familias obreras habían sufrido la perdida de sus fuentes de subsistencia con el cierre de muchas grandes, medianas y pequeñas fábricas de la zona sur. Eran las mujeres quienes para reorganizar la vida familiar se pusieron a buscar trabajo en servicio doméstico, pero también necesitaban un lugar para el cuidado de sus hijos pequeños durante las horas de su ausencia. Así llegaron a la comunidad y la comunidad aceptó el desafío de abrir sus puertas ante esta necesidad.
Los inicios fueron muy modestos en el entonces salón parroquial, pero fueron creciendo a lo largo de los años y las décadas. Paso a paso ampliaron el trabajo, sumando a más educadoras, destinando una casa heredada para albergar el Jardín de Infantes de Jornada Completa y conservando en el predio central a las edades 0 a 3 años. La prioridad siempre fue para las familias más pobres, muchas de ellas contando solamente con las madres para criar a sus hijos pequeños. Lograron atravesar las profundas crisis que sacudieron al país una y otra vez, que llegaron a amenazar la continuidad del trabajo. Más de una situación parecía imponernos el cese de las actividades – pero cuando los cálculos humanos indicaban que ya no se podía sostener el trabajo, se abrieron puertas, apareció una solución ¿Cómo no vivir estos momentos salvadores como milagro?
En el camino de estos 40 años desde 1982 hace rato ya que se sumaron nuevas generaciones a las familias acompañadas: “Aquí viví los primeros años de mi vida, aquí quiero que crezca mi niña, mi niño” – cada vez se acercan más jóvenes madres y padres con estas palabras. La celebración del 25 de septiembre también tuvo esta dimensión. El reencuentro con quienes alguna vez fueron parte – ¡y en realidad nunca dejaron de serlo! Los saludos y abrazos, la emoción de reconocerse y compartir recuerdos. Las educadoras habían preparado una pequeña exposición de fotos y elementos significativos, que las y los presentes recorrieron con risas y también algunas emocionadas con lágrimas.
«No podemos hablar de nuestros Jardines sin tener presentes a las comunidades hermanas en Alemania», analizó la representante legal de los jardines Claudia Lohf; por lo que expresó «inmensa gratitud por sostenernos y acompañarnos siempre, con sus oraciones, con sus acciones concretas de apoyo», continuó y destacó «cuánto ánimo, cuanto coraje por sabernos abrigados por su cercanía a pesar de las distancias – ¡una experiencia verdaderamente ecuménica!»
Colmando el templo y todo el predio, participaron las educadoras y demás integrantes de los equipos, las familias de ahora y las de antaño, amigas y amigos, representantes de instancias de la IERP, la Fundación Hora de Obrar (FHdO) y del municipio; hubo gestos de oración y buenos deseos para el futuro en el momento de intercesión, soplando las velitas y compartiendo dos enormes tortas. Como señal de este día tan especial comenzaron un mural-mosaico, diseñado y guiado por un vecino artista y una artista de la comunidad, representantes de toda la gente de buena voluntad, que siempre acompañaron los jardines.
“No basta solo una mano…” cantaron y sintieron cuan cierto fue esto en los 40 años de la historia. Así, fortalecieron la celebración de gratitud y cariño, este aniversario nos permitió reafirmar el compromiso, no cómo algo que se hace por los demás, por ser buenos cristianos; sino como un regalo para la comunidad, al recibir la oportunidad de sembrar cada día un poco más de amor, encender más luz, celebrar la Diaconía y compartir así la buena nueva y recibir así el misterio de ser fortalecidos al fortalecer a otros.