Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que te envió hoy a mi encuentro…
1 Samuel 25,32
David estaba protegiendo y cuidando las pertenencias de Nabal. En un momento éste con sus hombres acudieron a pedirle algo para comer y Nabal los rechazó, tratándolos mal y con desprecio. Por eso David, en venganza quería atacarlo y matar a todos sus hombres. Abigail, esposa de Nabal va al encuentro de David con mercadería para tratar de revertir la situación y calmar la ira de David.
¡Qué lindo cuando justo en el momento oportuno llega alguien que nos ayuda a reflexionar, a cambiar de opinión y a evitar algo que podría traer-nos consecuencias dramáticas para nuestra vida! O simplemente para darnos ánimo en momentos de angustia. O para darnos un consejo…
Las consecuencias que traen las reacciones que tenemos cuando actuamos, como se dice vulgarmente, “en caliente” pueden ser muy perjudiciales y la mayoría de las veces agravan los hechos: cuando reaccionamos mal, nos enojamos con alguien, o queremos salir a matar a medio mundo porque estamos enojados… puede ser peor que dejarlo pasar, y nos podemos arrepentir toda la vida.
También es lindo cuando podemos reconocer públicamente y darle gracias a esa persona que nos ayudó a cambiar de actitud, valorando lo que hizo por nosotros. Y es que a veces necesitamos a alguien que haga de mediador, que nos “haga ver” la cosa de otra manera.
La personalidad de Abigail, muy contraria a la de su esposo, ayudaba para eso: humildad, sensatez, sabiduría, tranquilidad…, características que son necesarias para quienes hacen una mediación entre dos partes en medio de un conflicto.
Con humildad David aceptó su equivocación, y desistió de sus intenciones. Escuchó en las palabras de Abigail, de que Dios no quería que él reaccionase así, haciendo justicia por mano propia.
Es mejor pedirle a Dios que ponga cada cosa en su lugar, de esa mane-ra no nos vamos a equivocar.
Pablo Münter
1 Samuel 25,18-42