y le pusieron por nombre Jesús, el mismo nombre que el ángel le había dicho a María antes que ella estuviera encinta.
Lucas 2, 21
Tener un nombre es sumamente significativo. A través de él, las personas nos reconocen y nos llaman. Nos identificamos con ese nombre, pues forma parte de nosotros, aunque en ocasiones no nos agrade del todo.
Por lo general, mamá y papá elaboran una lista de nombres antes del nacimiento y luego eligen cuál de ellos dará el nombre al bebé. La elección dependerá de sus preferencias y acuerdos. En ocasiones, se recurre a nombres de personas que han tenido un impacto en nuestras vidas, y en otras ocasiones, simplemente porque nos agrada cómo suena o por su significado.
En la antigüedad, el nombre otorgado a una persona influía en su personalidad y en cierta medida, en su destino. En tiempos bíblicos, solía ser el hombre quien decidía el nombre del bebé. Sin embargo, en la narración bíblica, es una mujer, María, quien establece el nombre de su hijo: Jesús, tal como le había indicado el ángel. Jesús, proveniente del hebreo Jeshua, significa «Dios es salvación». Jesús llevará ese nombre porque salvará a su pueblo de los pecados (Mateo 1, 21).
Hoy iniciamos un nuevo año. Y, de la misma manera en que solía darse un nombre para influir en la personalidad y el destino de los recién nacidos, te animo a que le des un nombre a este año nuevo.
La idea es que ese nombre, marque y esté presente contigo en estos 365 días. ¿Qué nombre le pondrás? ¿Te animás a ponerle esperanza, alegría, fe, confianza, vida plena, paz, consuelo, compartir…?
Que el nombre de Jesús, el Salvador, esté presente cada día en tu vida.
Juan Dalinger