En el día del juicio, los habitantes de Nínive se levantarán con esta generación, y la condenarán; porque al oír la predicación de Jonás se arrepintieron, y aquí hay alguien que es más grande que Jonás.
Lucas 11,32 (RVC)
Me da tristeza el pueblo judío que no puede aceptar a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios. Me da tristeza y no porque, aunque si bien confesando a Cristo, sea yo mejor, para nada. Me da tristeza porque el mismo Cristo afirma aquí en el evangelio de Lucas que, muchos se levantarán rechazando a la generación contemporánea de Jesús que fue incapaz de reconocer en Cristo al Hijo de Dios.
Cada vez que predicamos el Evangelio de Cristo no estamos sólo predicando una buena nueva humana o filosofía del amor al prójimo, eso sería lo que Bonhoeffer denomina la gracia barata. Es decir, no estamos predicando el asistencialismo social, o un humanismo amoroso, ni una filosofía de las buenas ondas de amor y paz y de que el amor todo lo vence. No, de eso no se trata el mensaje cristiano. Estamos predicando un mensaje claro de salvación. El amor inconmensurable de Cristo (pues Dios es Amor) radica en que da a los incrédulos una oportunidad de salvación del juicio inminente y de la condenación al final de los tiempos y brinda la promesa del cielo al aceptar confesar a Cristo como el Ungido de Dios.
Enzo Pellini
Lucas 11,29-32