¨En verdad, tu amas al corazón sincero y en lo íntimo me has dado sabiduría.¨
Salmo 51, 6
«Por tu amor, oh Dios, ten compasión de mí; por tu gran ternura, borra mis culpas…», escribe David en este salmo después de haber sido reprendido por el profeta Natán por cometer adulterio con Betsabé.
El adulterio se entiende en nuestra cultura cristiana como «la infidelidad sexual dentro de la relación matrimonial». Sin embargo, podemos entender el adulterio, como la infidelidad, también desde perspectivas más allá de la relación sexual matrimonial, es decir, que no se limita exclusivamente a la relación con nuestra pareja.
Como seres humanos y como cristianos, a menudo cometemos adulterio en el sentido de infidelidad en muchos ámbitos de nuestra vida cotidiana, en relación con los acuerdos y compromisos que asumimos en la vida (ya sea en el ámbito familiar, laboral o de pertenencia a grupos y comunidades).
David cometió adulterio, fue infiel y ahora pide compasión a Dios, buscando perdón a través de su infinito amor. David ruega por ser liberado de la infidelidad cometida, después de reconocer su error y pecado. El reconocimiento de nuestros pecados y errores, como cristianos, nos permite recibir la redención y el perdón.
Es un reconocimiento sobre nosotros mismos: sobre nuestro comportamiento, nuestras acciones, y que ante los ojos de Dios, sabemos que no es lo correcto. Si Dios está en nosotros, su gracia y amor infinito también están en nosotros. Por lo tanto, el perdón y la redención sólo los podemos obtener al aceptar con sinceridad nuestro actuar erróneo, aceptar el perdón que recibimos y que nos lleva a corregir nuestras acciones.
Andrea Kalmbach.
Salmo 51, 1 – 9
Palabra clave: el perdón – la redención