Cristo es nuestra paz. Él hizo de judíos y de no judíos un solo pueblo, destruyó el muro que los separaba y anuló en su propio cuerpo la enemistad que existía.

Efesios 2,14

Es recurrente escuchar la palabra “grieta” en nuestro diario vivir. Las hay de todos tipos. Entre religiones, políticas, géneros, razas, clases sociales, creencias y visiones sobre la vida y el mundo, y otros temas que van surgiendo en la sociedad.
El texto bíblico y la idea “grieta” me hacen acordar a un pequeño cuento. Una persona encierra en un frasco una cantidad de hormigas negras, y otra misma cantidad de hormigas coloradas. Al principio la convivencia era normal y armónica. Al verlas así, toma la decisión de sacudir el frasco con mucha fuerza. Al instante, las hormigas comienzan a atacarse. La armonía se acaba. Pero ninguna de ellas reflexiona: ¿Quién o qué nos dividió?
A nosotros nos pasa lo mismo, vivimos divididos sin meditar qué nos separa. Ya en los tiempos del apóstol Pablo existían las “grietas”, las diferencias, es por eso que él recuerda que Cristo destruyó los muros que nos separan, para que podamos formar una comunidad en paz.
Es frecuente que nos encerremos en nuestras opiniones y nos olvidamos del sacrificio que Jesucristo hizo por la humanidad. Con ellas generamos divisiones y nos alejamos de nuestros hermanos. Nuestros puntos de vista divisorios, pueden ser muy interesantes, pero no dejan de ser solo un punto de vista entre los millones que somos en el mundo.
Los invito a construir puentes por medio de la paz que nos regala nuestro Señor Jesucristo.
Padre y Creador nuestro, enséñanos a construir la unión y la paz entre toda la humanidad. Amén

Inés Schmidt

Efesios 2,11-22

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