Y en la visión que me hizo ver el Espíritu, el ángel me llevó a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que bajaba del cielo, de la presencia de Dios.
Apocalipsis 21,10
La lectura bíblica nos describe la nueva Jerusalén; detalla cómo es la ciudad, cuántos accesos tiene, cómo brilla la muralla que la rodea, hacia qué dirección dan las puertas…
¿Qué lectura hacemos hoy de este texto? Incluso de otros párrafos del mismo libro, ¿hacemos cálculos para que coincidan con la realidad? ¿Intentamos ubicar la ciudad en algún lugar del mundo? Personalmente prefiero enfocarme en el presente, sin perder de vista el futuro pero sin pre ocuparme. ¿Cómo sería eso? Leyendo las palabras de Jesús antes que pronósticos; intentando “hacer carne” sus enseñanzas, con acciones concretas y puntuales que den testimonio del reino de Dios.
Más allá de las precisiones respecto de cómo será esa ciudad san- ta, lo importante es que baja, desciende de la presencia de Dios. Es decir, Dios es quien la construye y prepara para nosotros. Y, lo más significativo, es quien nos abrirá las puertas. Por ello debemos depositar nuestra confianza en él y dedicarnos a anunciar el evangelio, promover la vida y celebrar la esperanza.
Queremos ser, Señor, servidores de verdad, testigos de tu amor, instrumentos de tu paz. Ayúdanos a comprender que la misión de tus amados es compartir con los demás su fe en Jesús resucitado. (Canto y Fe Nº 300)
Susana Carolina Plem
Apocalipsis 21,9-14