¡Ay de Ariel, de Ariel, la ciudad donde acampó David! Añadid un año a otro, y que las fiestas sigan su curso.
Isaías 29,1
Si bien el texto refiere específicamente a la profecía sobre la destrucción de la ciudad de Jerusalén, ya que es la cuidad designada en las escrituras bajo el nombre de “Ariel”, bien podemos ver cómo hacerlo extensible a los hechos de nuestros días que destruyen nuestras vidas y a nuestros pueblos.
Jesús se lamenta por Jerusalén, Jesús se lamenta por nuestro accionar y por nuestras vidas. Él dice en Mateo 23,37: ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!
Quienes tuvimos la posibilidad de crecer o vivir junto a la naturaleza, sabemos que las gallinas instintivamente tratan de proteger a sus polluelos bajo sus alas.
No permitas que las cosas del mundo te destruyan; nuestro Dios va más allá de cualquier gobierno, de cualquier situación, de cualquier diagnóstico médico… Dios es sobre todo, es nuestro rey soberano.
Él quiere protegernos bajo sus alas… salvaguardarnos de toda situación que pueda asediarnos; sólo nos pide que lo reconozcamos como nuestro rey y salvador y que por sobre todo depositemos toda nuestra fe en él.
A tus pies, arde mi corazón
A tus pies, entrego lo que soy
Es el lugar de mi seguridad
Donde nadie, me puede señalar
Me perdonaste, me acercaste a tu presencia, me levantaste.
Hoy me postro a adorarte.
No hay lugar más alto, más grande
Que estar a tus pies
Y aquí permaneceré postrado a tus pies
Y aquí permaneceré a los pies de Cristo.
(Miel San Marcos)
Verónica Schmidt
Isaías 29,1-8