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Cuando a Dios haces promesa no tardes en cumplirla, porque él no se complace de los insensatos.

Eclesiastés 5,4

Una importante porción del Eclesiastés nos acompañará esta semana dándonos las opiniones de un predicador o predicadora, que reflexiona ante una asamblea de gente citada para meditar juntos pensando en Dios. Para muchos resulta el Eclesiastés un libro pesimista. Pero no nos engañemos porque no lo es, sino que son observaciones sobre la realidad. Y lo que ve no le gusta. Entonces, llama a cada oyente (ahora, al lector) a hacer una autocrítica acerca de cómo se busca el verdadero sentido de la vida. Hoy podemos pensar en nuestras promesas, esas que con tanta facilidad hacemos a Dios y al prójimo. Eclesiastés no nos dice que no debemos hacerlas, sino que nos debemos apurar a cumplirlas.

Actualmente, la palabra empeñada ha perdido su valor y no se le da importancia a una promesa, por eso de que “a las palabras se las lleva el viento”. ¿Qué está diciendo Eclesiastés? En primer lugar, que cuidemos nuestra relación con Dios, y en segundo, que no produzcamos el dolor de una desilusión en quienes han creído en nuestras promesas. Es muy difícil volver a confiar en alguien que promete y no cumple.

Por último, recordemos que en ocasión de una falta de cumplimiento de un prometedor puede empujarlo a dar excusas no siempre veraces. ¡Cuidado con las mentiras!, nos dice Santiago (3:1-12): porque el pecado de la lengua consiste en su gran facilidad de multiplicación.

-Señor, te ruego me sostengas para no caer en la tentación de mentir. Amén.

Alicia Gonnet

Eclesiastés 4,17-5,6

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