Entonces María Magdalena fue y contó a los discípulos que había visto al Señor, y también les contó lo que él le había dicho.

Juan 20,18

Podemos imaginar a María con el corazón desolado, Jesús había desaparecido, llorando con una profunda tristeza, se preguntaba ¿dónde está Jesús? Miró otra vez dentro del sepulcro vacío y los ángeles le preguntan: “¿por qué lloras?” Jesús le pregunta: “¿porque lloras?” No quiere irse del sepulcro sin saber qué pasó con Jesús, entonces él la llama por su nombre: “¡María!”, y lo reconoce “¡Maestro!, estás aquí”.
¿Dónde buscamos a Jesús? ¿Dentro de la tumba o resucitado?
El tiempo de pandemia ha sido un tiempo de mucho llanto para muchos, sin embargo, al mismo tiempo muchos otros han sentido que Jesús los llamaba por su nombre, les mostraba que estaba con ellos, y los invitaba a anunciar las buenas nuevas.
En estos días escuché el testimonio de una mujer inmigrante que en la pandemia había perdido a su esposo, principal sostén de la familia, por el covid. Ellos alquilaban un departamento y el dinero que tenían les alcanzaba para un mes de alquiler y nada más. La dueña del departamento, una mujer creyente, se enteró de la situación de su inquilina, y decidió darle el departamento en comodato por 10 años, sin cobrarle el alquiler. Jesús no ha desaparecido, está aquí, cumple sus promesas, es fiel, su amor y misericordia fluyen a través de sus hijos, cuando obedecemos sus mandatos.
Dios está aquí, tan cierto como el aire que respiro, tan cierto como la mañana se levanta, tan cierto como que le canto y me puede oír. (Canto y Fe Nº 94)

Susana Somoza

Juan 20,11-18

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