Yo pongo en Sion una roca, una piedra con la cual tropezarán; el que confíe en ella no quedará defraudado.
Romanos 9,33
¡En el camino de la vida hay muchas piedras! Es una frase que muchos padres y abuelos transmiten a hijas, hijos o nietos. En muchas ocasiones se habla de una experiencia de vida.
¿Qué hacemos con las piedras en el camino?
Hay diferentes posibilidades: podríamos ignorarlas por completo y esquivarlas, podríamos tropezar con ellas y rompernos los dedos del pie y darnos vuelta expresando nuestro profundo desagrado por la “piedra”. Es decir que culpamos a la piedra porque está en nuestro camino.
El apóstol Pablo quiso aclarar a su comunidad de creyentes que Dios puso una gran piedra en el camino de todas las personas. Ellos pueden tropezar, despreciar, ignorar y seguir su camino sin “ton ni son”. Pero esa roca a que se refiere es Jesucristo. Que es un obstáculo para todos aquellos que creen que las leyes y reglamentos son el objetivo final por el cual tenemos que vivir. Sin embargo, las leyes son un marco social que ayuda a la convivencia de las personas y no un objetivo final.
Apreciado lector, si Cristo es la piedra en el camino de la vida, abra-mos lo ojos para no tropezar. Aceptemos e incorporémosla a nosotros para que sea parte de la vida. Esa “piedra” nos sirve para construir con fe, esperanza y alegría la vida personal y de aquellos que nos rodean.
Señor Dios, gracias por darnos la vida y la posibilidad de acercar-nos a ti.
Danos sabiduría para ver en nuestro camino las señales de tu pre-sencia. Amén.
David Weiss
Romanos 9,30–10,4