Sálvame, Dios mío, porque estoy a punto de ahogarme; me estoy hundiendo en un pantano profundo y no tengo dónde apoyar los pies. He llegado a lo más hondo del agua y me arrastra la corriente.
Salmo 69,1-2
El H2O y los monstruos
Hay cosas en la vida a las que les tenemos miedo porque nos hacen sentir vulnerables y, a través de esa vulnerabilidad, quedamos indefensos y sin fuerzas para enfrentarlas, ya que nos muestran la fragilidad humana y, cómo de repente, en un abrir y cerrar de ojos, la vida puede llegar a cambiar de manera radical.
Hay miedos producidos por la acción de las personas que se ensañan unas en contra de las otras a través de las amenazas, los hostigamientos constantes o las violencias verbales y físicas.
En el salmo 69,1-3 encontramos un ejemplo así y es destacable que el salmista utilice el elemento del agua para describir su miedo, aunado a su desesperación, angustia y cansancio. En el imaginario hebreo, el agua en general era un elemento desconocido en el siguiente sentido: ellos no se caracterizaban por ser un pueblo navegante, sino más bien por ser un pueblo que atravesaba desiertos y luchaba contra las inclemencias del tiempo en la tierra, no en el agua. Todo lo desconocido, lo monstruoso, lo inexplicable estaba en el agua de los lagos y del mar. Simplemente recordemos cómo se habla del supuesto monstruo “Leviatán”, en algunos salmos.
Ya dijimos que, en nuestro salmo, quien escribe no encuentra respuesta en Dios. Lo destacable es que, a pesar de su situación, se remite a Dios. El miedo no le ofusca el entendimiento. Se siente indefenso y frágil, pero sabe que de alguna manera Dios le responderá: ¿será a través de la ayuda de sus amigos? ¿Cómo se dará la respuesta de Dios? No lo sabemos, pero sí sabemos que Dios estará ahí para auxiliarlo.
Roberto Trejo Haager
Salmo 69, 1-3
Tema: miedo, angustia
Trejo Haager, Roberto, pastor presidente de la Iglesia Luterana Mexicana, Guadalajara, Jalisco, México.