El Señor cuida de los hombres honrados y presta oído a sus clamores. El Señor está en contra de los malhechores, para borrar de la tierra su recuerdo. El Señor atiende al clamor del hombre honrado, y lo libra de todas sus angustias. El Señor está cerca, para salvar a los que tienen el corazón hecho pedazos y han perdido la esperanza.
Salmo 34,15-18
Cuando el mal crece, y el dolor nos doblega sin dejar levantarnos, el que sale a nuestro encuentro para afirmarnos es el Dios de la vida. Él sabe sanar a los quebrantados de corazón, aunque nos desesperemos de nosotros mismos, él viene a nuestro encuentro con su presencia liberadora y salvadora.
Dios no es ajeno a nuestros dolores y sufrimientos; en la cruz, experimentó el abandono y conoce nuestras penas. Ha experimentado las consecuencias de la injusticia y entiende las angustias que el mal causa en la vida y que destrozan los corazones. Al haber conocido el dolor, se identifica con nosotros, es nuestro hermano y hermana en la angustia y el sufrimiento. Se solidariza con las víctimas de un mundo cruel, limpiando nuestras lágrimas para renovar los corazones y motivándonos a mirar el horizonte de esperanza en el que nos acoge.
Oración: Señor, en medio de la vida, depositamos nuestra confianza en ti. Tú eres nuestra auténtica fuente de fortaleza y justicia. Nos refugiamos en tus promesas de presencia solidaria, la cual nos salva. Sentimos tu cercanía en medio de la soledad, tu consuelo en los momentos de dificultad y tu esperanza en nuestras más profundas tinieblas. Te agradecemos por tu capacidad de sanar a aquellos cuyos corazones están destrozados, llenándolos de una vida digna. Amén.
Israel Flores Olmos