Pablo los saludó, y luego les contó detalladamente las cosas que Dios había hecho por medio de él entre los no judíos. Cuando lo oyeron, alabaron a Dios.

Hechos 21,19-20

Saulo era un judío fanático, perseguidor encarnizado de los cristianos. Hasta que un día Jesús irrumpe en su vida, transformándola por completo. Saulo recibe la misión de predicar acerca de Jesús. No puede más que responder a este llamado. Pablo fue conocido por predicar a quienes no eran judíos, por salir de su “zona de confort” y viajar llevando el mensaje salvador de Cristo.

Al final de su tercer viaje misionero, Pablo creía que su tiempo estaba terminando, comienza a despedirse de sus hermanos y hermanas, a dar sus últimos consejos y palabras de aliento.

En casa de Santiago dio cuenta a los ancianos de todo lo que había hecho. Contó “las cosas que Dios había hecho por medio de él” (v. 19).

Y aquí es donde nos detendremos para nuestra reflexión de hoy.

Nada de lo que hacemos es por mérito propio, ni en nada de lo que hacemos estamos solos ni solas. Tenemos una misión, y es Dios mismo quien obra por medio de nosotros y nosotras.

Para quienes se tienen en alta estima a sí mismos/as es un pasaje que incomoda.

Pero es un pasaje que contiene la fuerza de sabernos acompañados, sostenidas, guiados por Dios en nuestra misión, en nuestras tareas cotidianas, en nuestra vida en comunidad.

Permitamos que Dios habite en medio nuestro, que obre a través de nosotros y nosotras, seamos instrumentos de su Reino.

Que podamos decir con la misma convicción de Pablo en su carta a los Romanos: “… ¡Si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar contra nosotros!… ¿Quién podrá acusar a los que Dios ha escogido? Dios es quien los hace justos.” (Romanos 8,31-35). Que así sea. Amén.

Deborah Verónica Cirigliano Heffel

Hechos 21,15-26

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print