El Señor dice: “Yo los amo a ustedes.” Pero ustedes responden: “¿Cómo sabemos que nos amas?”
Malaquías 1,1
Sostener que Dios ama cuando la vida sonríe, el trabajo abunda, la salud acompaña es más fácil que si fuera lo contrario. En cambio, en el sufrimiento y necesidades es todo un desafío sostener la fe. El pueblo de Israel una y otra vez planteó dudas y responsabilizó a Dios por sus males. Y nosotros, ¿a quién responsabilizamos por lo que nos pasa? Jesús colgado en la cruz plantea dudas: “Padre, Padre porque me has abandonado.” Pero nunca responsabilizó al Padre por su muerte. Él la asumió por propia voluntad. Una vida al servicio del prójimo. Se puede afirmar con total honestidad que la duda es muy humana y existencial. La duda es la búsqueda de la certeza. Es la intranquilidad y la movilidad de buscar y descubrir algo. Como bien recita una canción: “En la duda hay fe latente y en vivir eternidad.” La duda plantea y mueve a la búsqueda del amor de Dios, aunque este amor nunca se haya apartado de nosotros. El propio Jesús es la encarnación viva de ese amor. Si no fuese así, en vano sería nuestra fe. En vano serían las luchas por un mundo mejor. Entonces, buscando coherencia con la Palabra revelada, la iglesia es llamada y enviada a atender las necesidades y el dolor de los demás. No solo con asistencia material, sino especialmente en el acompañamiento y sostén humano. Como también en la denuncia y defensa de sus derechos y la creación toda. A no olvidarnos en este adviento que las luchas dignas y justas son las que nos llevan a la paz y que las carencias y dolores son oportunidad de experimentar el gran amor y cercanía de Dios. Así lo dice Jesús al apóstol Pablo: “en tu debilidad yace mi gran poder.”
Oh Mesías prometido, ven a tu pueblo a redimir. Dios escucha su gemido y no tardes en venir. (Canto y Fe Nº 1)
Jorge Alberto Buschiazzo
Malaquías 1,1-14