Por medio de Jesucristo recibí el privilegio de ser apóstol, puesto a su servicio, para que en todas las naciones haya quienes crean en él y le obedezcan.
Romanos 1,5-6
En su carta, Pablo saluda y bendice a la comunidad de Roma; también se presenta debidamente a sí mismo como un llamado al apostolado y apartado para estar al servicio del Evangelio.
Define qué es el Evangelio y los créditos que detenta Jesús, el Cristo, quien es el fundamento de la buena noticia.
Toda esta introducción y presentación personal era muy impor-tante porque Pablo nunca había estado en persona con la comunidad de Roma, así como tampoco anduvo por estos lares, de manera que podríamos parafrasear la carta leyendo: “…para que en todas las na-ciones haya quienes crean en él y le obedezcan. Entre ellos están también ustedes, quienes viven alrededor de la Cuenca del Plata. Dios los ama, y los ha llamado a ser de Jesucristo y a formar parte del pueblo santo. Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo derra-men su gracia y su paz sobre ustedes”. Romanos 1,7
Qué diríamos después de que ya pasó tiempo de la fundación de nuestras comunidades, ¿hemos respondido bien a este llamado a formar parte del pueblo santo? ¿Hemos sido dignos, merecedoras de recibir esa bendición? ¿Ha dado frutos? ¿Cuánta gente ha creído por nuestro testimonio en palabras y en hechos? ¿Cuánta gente ha dejado de creer en el Evangelio por causa de nuestro testimonio?
Cristina La Motte
Romanos 1,1-7