Aunque el Señor está en lo alto, se fija en el hombre humilde, y de lejos reconoce al orgulloso.
Salmo 138,6
Dios de los humildes, Dios de los desamparados, Dios de los más vulnerables, Dios de los justos y de los que luchan por la paz. Dios de los hombres y mujeres de buena voluntad que no se dejan engañar por los falsos dioses, eligen la humildad y rechazan todo acto de corrupción e injusticia.
El Salmo nos recuerda que, aunque Dios está en lo más alto, su mirada se fija en los humildes, mientras que al orgulloso lo mantiene a distancia. En nuestra vida diaria, es fácil caer en la trampa del orgullo y la autosuficiencia, creyendo que podemos lograr todo por nuestra cuenta. Sin embargo, este versículo nos enseña que Dios valora la humildad y la sencillez de corazón.
Dios se identifica con los humildes, los desamparados y los que luchan por la justicia y la paz. Dirige su atención hacia quienes no se dejan engañar por las apariencias ni por los falsos dioses que el mundo ofrece, como el poder, el dinero o la fama. En cambio, Dios busca corazones sinceros, dispuestos a vivir en integridad y amor.
Ser humilde no significa ser débil, sino reconocer nuestra íntima relación con Dios y la necesidad de su gracia en nuestras vidas. Al dejar de lado el orgullo y buscar a Dios con un corazón humilde, experimentamos su cercanía y su guía. Este llamado a la humildad también nos invita a rechazar la injusticia y la corrupción, eligiendo siempre la verdad y la rectitud. Vivamos cada día con la humildad que Dios valora, confiando en su amor y su justicia, y sabiendo que Él camina con aquellos que se acercan a Él con un corazón sincero.
Carlos Kozel