Lunes 22 de diciembre

 

Canten al Señor una canción nueva; canten al Señor, habitantes de toda la tierra; canten al Señor, bendigan su nombre; anuncien día tras día su salvación.

 

Salmo 96,1-2

 

La música y el canto han hecho de la celebración del culto cristiano su morada predilecta. Desde el nacimiento de la iglesia y a lo largo de toda la vida de las comunidades cristianas, se ha cantado y se ha hecho música. Así lo seguimos practicando. El canto y el sonido de los instrumentos musicales no pueden estar ausentes de nuestras celebraciones.
El salmista invita con insistencia a toda la comunidad: “Canten,”dice. Podríamos decir: Canten, ya sea que, al cantar, pidan, den gracias, alaben, confiesen o bendigan a Dios. Canten, hasta que se escuchen todas las voces en un solo canto. Canten canciones antiguas y nuevas. Canten quienes poseen voz suave o potente. Canten con su voz afinada y respetuosa de la melodía. Canten, incluso si sienten que no es así y piensan que están aprendiendo a hacerlo. Déjense llevar por la música y el canto, también aquellos que no cantan pero entregan sus oídos para escuchar y, como criaturas, juegan a identificar de quién son las voces que escuchan, entre tantas que les llegan al oído; porque eso será como cantar y unirse a los demás.
Mediante el canto, niños, adultos y ancianos de cada comunidad encuentran una poderosa manera de unirse y disfrutar juntos el saberse escuchados y acompañados por el Señor de la vida.
Estas canciones siempre nos acompañan fuera del culto. Las recordamos, las cantamos o las tarareamos. Se nos “pegan” para alegrar- nos y recordarnos aquel que nos guía para dar testimonio de su amor con todos nuestros talentos. Amén.

 

Delcio Källsten

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