Señor, ¿quién puede vivir en tu santuario?
Salmo 15,1
Este texto está relacionado con una liturgia hebrea que se hacía a la entrada del santuario en Jerusalén. Quienes quedaban a la entrada del mismo, formulaban la pregunta que conforma nuestro texto de reflexión y que era respondida desde dentro del santuario por los sacerdotes.
Otras variantes del texto, sustituyen la palabra “vivir” por “habitar”, o por “estar”.
Pensemos en un momento en lo que el texto dice. El anhelo de quien lo escribe es habitar, estar en el templo. Para la comunidad israelita, el santuario y después el templo eran espacios en los que se adoraba a Dios y se ofrecían los sacrificios. En la época cristiana los lugares de adoración de la Iglesia Primigenia (todavía no hay templos construidos) son espacios de adoración, de oración, de convivencia de la comunidad creyente, de conversa, de practicar la solidaridad con los prójimos.
El texto nos ayuda a formular una pregunta de manera personal: ¿para qué o por qué queremos estar en el templo? Oímos muchas voces en torno nuestro que nos dicen que los templos son cosa del pasado. Desde hace varios años, muchos templos han cerrado en Europa porque la manera de visualizar la fe es “otra” (¿cuál será?). Sin embargo, el valor de estar en nuestros templos nos permite recordar nuestro compromiso con Dios y con nuestra comunidad. Pues en nuestro templo alabamos a Dios y renovamos nuestro compromiso de servirle y servir también a nuestros prójimos. Si tenemos ese compromiso con Dios y con nuestra comunidad, valoraremos el tiempo en el que estamos en nuestros templos y no nos será una carga pesada o indeseada.
Roberto Federico Trejo Haager
Salmos 15,1