Lunes 23 de junio

 

Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.

 

Salmo 16,1

 

En un refugio encontramos protección. Son miles, de diferentes países y regiones, quienes buscan protección y refugio. Muchos de ellos pierden la vida en esa búsqueda. ¿De qué buscan protección y refugio? Muchos huyen del hambre; otros, de persecuciones políticas, raciales o religiosas.
En el mundo hay países que, a pesar de sus dificultades internas, acogen a estos refugiados, los alimentan y les permiten vivir en paz. Las iglesias cumplen un rol importante en la acogida de los refugiados. De esta manera, ocupan el lugar que los perseguidos o expulsa- dos esperan de Dios: el de protegerlos y brindarles refugio.
En nuestros países no es tan evidente esta necesidad de refugio masivo. Pero si miramos con detenimiento nuestros hospitales, veremos que la carencia de muchos es total; están solos en el mundo. Dios los ve y espera que sus hijas e hijos sean las manos visibles de su amor. A eso llamamos diaconía: es, en el nombre de Dios, proteger y refugiar a los necesitados.
Ayúdanos, Señor, a no temer servirte, sirviendo a quienes esperan de tu mano protectora. Amén.

 

Atilio Juan Hunziker

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