Jesús decía en su enseñanza: “Cuídense de los maestros de la ley, pues les gusta andar con ropas largas y que los saluden con todo respeto en las plazas. Buscan los asientos de honor en las sinagogas y los mejores lugares en las comidas; y despojan de sus bienes a las viudas, y para disimularlo hacen largas oraciones. Ellos recibirán mayor castigo.”
Marcos 12,38-40
Por más que pasen los años parece ser que este texto se encuentra muy presente en nuestras sociedades actuales principalmente cuando hablamos de espacios de política o simplemente al ver visibilidad de algunas personas.
En efecto, en una sociedad que muchas veces enaltece la “confianza en líderes por encima de todo”, hablar de la confianza en estas personas puede sonar como algo ajeno a la mentalidad común o incluso anacrónico. Vivimos en una cultura que rinde culto al éxito, a la búsqueda y consecución de logros. La competitividad es muy fuerte y si alguien quiere triunfar no puede quedarse atrás. Detrás de estos patrones de acción muchas veces se esconde un ideal perfeccionista que, de diversos modos, nos hace creer que uno vale por lo que hace, por lo “bien que haga las cosas”, y no tanto por quién es como persona. Es importante ver más a las personas que a los lugares que ocupan.
Tengamos el tino de desconfiar no solo de los primeros lugares sino de ver a las personas como personas que son y no por lo que se cree que valen.
Es importante darnos cuenta cuando nosotros/as mismos/as estamos en esos lugares para saber.
Romario Dohmann
Marcos 12,38-40