Por eso, Santiago, Pedro y Juan, que eran tenidos por columnas de la iglesia, reconocieron que Dios me había concedido este privilegio. Para confirmar que me aceptaban como compañeros, nos dieron la mano a mí y a Bernabé, y estuvieron de acuerdo en que fuéramos a trabajar entre los no judíos, mientras que ellos trabajarían entre los judíos.
Gálatas 2,9
Nos dieron la mano, dice Pablo, aprobando mi trabajo. Ese apretón de manos selló el acuerdo y reconocimiento de su trabajo. Aún hoy, un apretón de manos significa que se está de acuerdo en algo y no hace falta nada más, todo está claro. Tampoco se miró hacia atrás, hacia el pasado de Pablo, sólo hacia el futuro y la importancia de dar a conocer la buena nueva de la resurrección de Cristo, el perdón de todos nuestros pecados, de que el amor de Dios Padre está con nosotros.
En estos momentos de pandemia, donde chocamos puños, mantenemos distancia, podríamos reemplazar ese apretón por una sonrisa, una sonrisa clara y franca, de aceptación del otro, de cara al futuro. Un futuro donde Dios está en medio nuestro, donde nos aceptamos y perdonamos, donde nos preocupamos y ocupamos de nosotros y del otro, donde reina el amor.
Y así, en ese apretón de manos o en esa sonrisa, la presencia de Dios nos fortalece, nos anima y nos ayuda a superar los escollos de la vida, a ver el lado luminoso de las cosas que nos pasan y a saber tender una mano al que la necesita.
Para que estés siempre en medio nuestro, para que nos juntes en la comunión, para que a pesar de toda tristeza ésta sea una fiesta porque estás vos. (Canto y Fe Nº 126)
Susanne Isabel Korth
Gálatas 2,1-10