Lunes 24 de marzo

 

Pero te confesé sin reservas, mi pecado y mi maldad; decidí confesarte mis pecados, y tú, Señor, los perdonaste.

 

Salmo 32,5

 

Cuando alguien actúa en nuestra contra, el perdón del que tanto hablamos se convierte en uno de los valores más difíciles de practicar. Es una decisión personal que exige valor, esfuerzo y determinación, ya que va en contra de los sentimientos de enojo y venganza que experimentamos cuando alguien nos hiere.
Luego, al lograr perdonar, podemos seguir adelante, dejar atrás el pasado y recuperar la alegría. El perdón nos libera y tiene el poder de transformar situaciones, aliviándonos del peso del resentimiento que, a menudo, nos impide ser felices.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando somos nosotros quienes lastimamos a alguien? ¿Por cuántas etapas pasamos antes de pedir su perdón? Si consultáramos un libro de autoayuda sobre cómo pedir perdón, encontraríamos una lista de 8 pasos.
Pero, como nos dice el texto del día de hoy, si confesamos nuestros pecados, nuestra maldad, si reconocemos nuestros errores, Él nos perdonará. Hay otro Salmo que dice: “Jehová es lento para la ira y grande en misericordia”. En eso está nuestra confianza.
Por eso, hermanos y hermanas, los invito a que ahora tengamos un momento de silencio e intimidad con el Señor para pedir su perdón por todo aquello que hemos hecho y que nos aleja de su presencia, así como de la de nuestros hermanos y hermanas, y así volver a estar en comunión con Él.
Oremos: Dios de gracia y amor, vengo ante ti tal como soy para pedirte que perdones mis pecados. Es mi deseo vivir conforme a tu palabra. Suplico tu misericordia y que te compadezcas de mí. En el nombre de tu Hijo Jesús. Amén.

 

Vania Zanow

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