Señor, a ti dirijo mi oración; mi Dios, en tí confío: no dejes que me hunda en la vergüenza. ¡Que no se rían de mí mis enemigos!
Salmo 25,1
¿Quién no ha sentido temor alguna vez de verse en una situación ridícula por haber confiado en la persona equivocada? ¿Quién no ha experimentado esta amarga situación?
Por eso, la lealtad y la fidelidad son valores sumamente importantes que deben ser protegidos, ya que el engaño, la deslealtad o la infidelidad pueden causar un dolor profundo y herir la autoestima de quienes enfrentan tales actitudes.
El salmista ruega al Señor que sea fiel a la confianza que tiene puesta en Él. No quiere ser objeto de la burla de sus enemigos, es decir, de quienes desconocen a Dios y sus mandamientos.
En un mundo tan carente de amor, misericordia, cuidado y justicia, también elevamos nuestras oraciones:
Que tu fidelidad, amado Padre, sea visible a los ojos del mundo.
Que cumplir tu voluntad no sea motivo de burla ni maltrato.
Que hacer lo justo y agradable a tus ojos no signifique la quiebra ni el desamparo.
Que podamos sentir, Señor, que en todo momento tú estás con quienes confiamos en ti.
Señor, sea entre nosotros y nosotras tu promesa de bendición. Amén.
Leonardo Schindler