Al contemplar las montañas me pregunto:”¿De dónde vendrá mi ayuda?”. Mi ayuda vendrá del Señor, creador del cielo y de la tierra.
Salmo 121, 1-2
¡Qué importante que es poder descansar, dormir tranquilo toda la noche, sin temor a nada!
Fui madre por primera vez bastante joven y a partir de ese momento descubrí esto de dormir con un solo ojo. Es notable cómo estamos alertas ante cualquier movimiento o queja de nuestro bebé. Creo que nunca más volvemos a ser las mismas personas a partir de un hijo, sólo dormimos tranquilos si sabemos que está bien, no importa su edad. Podría decir que siempre estamos vigilantes, atentas a lo que les pasa.
A la vez, saberse cuidados, atendidos, es parte del amor entre madre/padre e hijo/a.
El Salmo 121 dice acerca de Dios. “… él nunca duerme; nunca duerme el que cuida de Israel”.
Dios, igual que lo hacemos con nuestros hijos, vela por nosotros, y eso es una gran tranquilidad. El confiar que Dios no duerme, o duerme con un solo ojo, atento a lo que nos pasa, es fundamental para sabernos amados por él.
Tanto de noche como de día, cuando estamos angustiados, con miedo o incertidumbre, al preguntarnos “¿De dónde vendrá mi ayuda?” podemos decir con las palabras del Salmo 121: “Mi ayuda vendrá del Señor, creador del cielo y de la tierra”.
Más allá de los problemas que se nos atraviesan, de nuestra preocupación por nuestros hijos y nietos, al irnos a dormir, no nos olvidemos que Dios siempre viene en nuestro socorro, y que nunca duerme, porque nos cuida con su amor maternal/paternal.
Estela Andersen
Salmo 121,1-4