Los hermanos de su madre comunicaron estas palabras de Abimélec a los señores de Siquem, y estos se pusieron de parte de él, porque decían: “Es nuestro hermano”.

Jueces 9,3

¡Es nuestro hermano! Es la afirmación más importante después que Caín mató a su hermano Abel. Y después que José hijo de Jacob fue vendido como esclavo por envidia de sus hermanos.
Miro a los ojos de quien vive a mi lado, del que camina por las mismas calles que yo, quien vive en la misma ciudad y esa persona es mi hermana, es mi hermano.
Es mi hermana quien trabaja por horas limpiando casas, cuidando ancianos. Es mi hermano quien pide en los semáforos y también aquel que habla mal de mí. Es mi hermana quien duerme sentada al costado de una cama en el hospital o quien deliberadamente piensa que tiene derecho a hurtarme lo que el sacrificio de una vida me dio. Es nuestro hermano siempre.
Y por eso “somos familia”. La humanidad toda es mi familia. Me duele lo que le duele a cada uno de ellos y me alegra cuando veo sus logros. Basta de muros que nos separen. Basta de indiferencia que invisibiliza. Basta de guerras y de odios. Basta de “los nuestros” vs “los de fuera”.
Tuve hambre y me diste de comer. Tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, enfermo y me visitaste… cada vez que lo hiciste con el más pequeño a mí me lo hiciste.
Señor, que vea en todos a mi hermano y a vos en cada uno de ellos. Amén.

Sergio López

Jueces 9,1-6

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