Sálvame, Dios mío, porque estoy a punto de ahogarme…
Salmo 69,1
Sálvame, Dios mío. Claman en silencio ríos y mares, de aguas turbias y viscosas por la inconsciencia humana.
Sálvame, Dios mío. Claman en silencio grietas en la corteza terrestre, retorciéndose, resecas por cuanta mezcla de sustancias esparcidas.
Sálvame, Dios mío. Claman en silencio bosques que arden, que sienten se van quemando por fuera y por dentro, sin dejar descendencia.
Sálvame, Dios mío. Claman en silencio extensiones de cielo, grises, ahogados, con una respiración frágil, atentos al último suspiro.
Sálvame, Dios mío. Claman en silencio con ojos llorosos, corriendo sin rumbo miles de especies evitando estruendos que quitan su vida.
Sálvame, Dios mío. Claman en silencio piedras, montañas, con la sensación de que grandes minas generan un vacío interno, debilitan su fortaleza.
Sálvame, Dios mío. Clama en silencio la tierra prometida de leche y miel, ante nuestros ojos, ante nuestra indiferencia, ante nuestra quietud.
Dios nos invita a no hacer egoístas con las palabras del salmista, a poner nuestros gritos y acciones al servicio de este, nuestro lugar. Danos hoy la sabiduría para realizar pequeñas acciones que sean un compromiso sincero a cuidar el medio ambiente. Amén.
Betina Wagner
Salmo 69,1-3