Lunes 28 de abril

 

¡Cántenle himnos!

 

Salmo 30,4

 

En este canto de gratitud, el salmista alaba a Dios por su protección. La alegría es la respuesta agradecida por la protección contra sus opositores, quienes hasta podrían haberle quitado la vida.
Aunque no se encuentran detalles del peligro que el salmista enfrenta, la oportuna acción protectora de Dios es central. El canto se enfoca en ese acto salvífico divino antes que en la amenaza y el miedo a la muerte.
El poema expresa un tiempo de sanidad. El salmista está maravillado por la oportuna acción divina y escribe: “Si lloramos por la noche, por la mañana tendremos alegría”. Su convicción en la seguridad que Dios provee afirma a un Dios generoso y grande en gracia.
Para el salmista, la alabanza a Dios no debe quedarse en una celebración privada, por eso invita a las personas “fieles” (v. 4) a unirse y cantar himnos a Dios de gratitud. En la vida, hemos aprendido a agradecer. “El agradecimiento es la memoria del corazón”, dijo G. Driau, motivando a sus interlocutores a la práctica del agradecimiento en todo momento y a toda persona.
Desde nuestras identidades luteranas, aprendemos que la alabanza y gratitud a Dios son diarias. Sea que hagamos un oficio simple o complicado en casa, en el trabajo o en la escuela, lo hacemos con gratitud, convirtiéndonos en poema y alabanza viviente.
Gracias, fuente de vida, por poder alabarte. Inspíranos para que otras personas puedan unirse a las melodías de vida. Amén.

 

Patricia Cuyatti Chávez

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