… Y que la palabra de Dios sea la espada que les da el Espíritu Santo.

Efesios 4,17

Cuando leemos el texto propuesto para hoy, vemos que el apóstol Pablo usa un lenguaje de guerra. Habla de protegerse con toda la armadura, como cuando un soldado romano debe entrar en combate contra sus enemigos.
Los cristianos también debemos estar equipados, ya que nuestra vida es una constante lucha contra todo aquello que quiere destruirnos, tanto en lo material como en lo espiritual.
Porque la lucha no es solamente contra enemigos físicos que atentan contra la salud corporal, sino también enemigos espirituales que atentan contra nuestra fe, nuestras esperanzas, nuestras ilusiones.
Y esas armas que ofrece el apóstol Pablo y que deberían servirnos para hacerle frente a las batallas cotidianas son: el estar revestidos de la verdad, protegidos por la coraza de la justicia, estar listos para anunciar el mensaje de paz, tener a mano el escudo de la fe, estar amparados por el casco de la salvación y que la espada para atacar a todo lo que quita dignidad o ha perdido su valor, sea la palabra de Dios.
La palabra debe ser predicada con valor y convicción; sin temor y sin vergüenza. Porque la palabra es gracia, es misericordia, es servicio. Ella consuela, anima, fortalece, instruye, pero también desafía, corrige, interpela, denuncia.
La palabra es un arma ofensiva y poderosa. Tiene, como espada, la propiedad de penetrar profundamente y someter a juicio los pensamientos y las intenciones del corazón (Hebreos 4,12).
Pero también tiene vida. No solo porque con la palabra Dios crea el universo, sino porque “aquel que es la Palabra se hizo Hombre y vivió entre nosotros lleno de amor y de verdad” (Juan 1,14).

Stella Maris Frizs

Efesios 6,10-17

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