Todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban la palabra de Dios con valentía.

Hechos 4,31

El espíritu de valentía.

Querida hermana, querido hermano, ¿eres alguien que quisiera llamar las cosas y personas por su nombre, sin importar si es políticamente correcto o no? ¿Tal vez también quisieras pegar un puñetazo en la mesa, no la del domingo de asado entre familiares y amigos, sino la del despacho del mismísimo presidente? ¿O acaso quisieras tirar, finalmente, la piedra sin esconder la mano?

De ser así, entonces eres alguien con mucha energía acumulada. Parece que solamente te falta tomar valor – o unos tragos de alcohol, lo que para algunos parece ser lo mismo – el martillo oportuno y la dinamita adecuada para darle rienda suelta a tus deseos. 

Pues, creo que hay algo que podría interesarte. ¿Qué te parece este martillo?: “¿No es mi palabra como el martillo que despedaza la roca?”, dice el Señor. (Jeremías 23,29) ¿Y qué tal, esta dinamita? “El evangelio es dynamis”, es decir poder, de Dios. (Romanos 1,16)

Imponente, ¿no? Pero, no tan rápido. Si quieres poner manos a la obra con este martillo y esta dinamita, tienes que dejar que tu querer penda de los labios del Señor y que su palabra sea tu obra. Verás que hay que ser valiente para dejar que sea así. Pero no te desanimes, sino hazlo como la pequeña comunidad de discípulos y discípulas que se sabía bajo la cruz del Señor Jesucristo. Aun siendo amenazados, tenían cautela en pedir a Dios que se cumplan sus deseos. Con humildad y firmeza oraban:

Señor, mira sus amenazas y concede a tus siervos que hablen tu palabra con toda valentía.

Michael Nachtrab

Hechos 4,23-31

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