Jesús dijo también: “Con el Reino de Dios sucede como con el hombre que siembra semilla en la tierra: que lo mismo da que esté dormido o despierto, que sea de noche o de día, la semilla nace y crece, sin que él sepa cómo.”
Marcos 4,26-27
Jesús usa mucho las parábolas para enseñar. Éstas son simples y sencillos ejemplos de la vida cotidiana. En este caso se refiere a la parábola del sembrador.
Me pregunto cómo sería hoy día si Jesús viniera a enseñarnos de esta manera. Como haría para llamar nuestra atención cuando hemos perdido, en mayor o menor medida, la capacidad y paciencia de observar y escuchar. Seguramente recurriríamos a “Mister Google” para saber cómo germina, nace y crece una semilla. Pero no es lo mismo ver las explicaciones por internet que experimentarlo personalmente.
La propuesta de hoy es ser sembradores, preparar la tierra y esparcir las semillas, que es la palabra de Dios. Semilla que no necesita ser transgénica. No requiere aditivos porque no hace falta que se le agreguen promesas de éxitos, grandes conquistas económicas y adulaciones personales. No necesita funguicidas porque ya viene tratada, es apta para todo tipo de suelo y totalmente resistente a cualquier plaga existente (individualismo, egoísmo, ansias de poder, malicia, autoritarismo, guerras, traiciones, etc.). Esta semilla es sumamente eficaz.
Solo necesita de una tierra bien preparada. Con mucha paciencia crece sin que nos demos cuenta, sin necesidad de intervención humana aunque eso nos resulte difícil de entender ya que nos gusta creer que el éxito de una buena cosecha se debe a nuestra labor. Nosotros tan sólo somos unos de los tantos labradores que esparcen la semilla.
Señor: Ayúdanos a ser agricultores que esparcen la semilla de tu Reino de paz, amor, justicia y libertad. Amén.
Silvia Bierig
Marcos 4,26-29