Señor, ¡escúchame! ¡Atiende mi clamor de justicia! ¡Presta oído a mi oración, pues no brota de labios mentirosos!
Salmo 17,1
En el seguimiento de Jesús, a menudo enfrentamos situaciones que nos llevan a cuestionar la naturaleza de nuestra fe y nuestra fidelidad a su mensaje. Uno de los aspectos más difíciles de enfrentar son las divisiones y conflictos que surgen tanto dentro como fuera de nuestras comunidades. Sin embargo, es crucial discernir si estas divisiones provienen de mentiras, construcciones humanas o búsqueda de poder, o si son el resultado del clamor por la justicia que Dios nos invita a buscar diariamente en su Palabra.
Muchas veces, la interpretación del Evangelio y el llamado de Jesús hacen que las divisiones ocultas se vuelvan visibles, y debemos tener el coraje de confrontarlas sin disfraz ni maquillaje. Ante Dios, no es lo mismo un fabulador, un mentiroso o alguien que disfruta del sufrimiento de los débiles, que quien busca la justicia y la vive por amor a Dios y al prójimo.
Este proceso puede ser doloroso, pero es necesario para que nuestra comunidad de fe se mantenga fiel al camino de Jesús. La justicia y la verdad, pilares del mensaje del Evangelio, nos llaman a actuar con integridad y valentía.
En nuestras oraciones y acciones, buscamos reflejar el clamor del salmista: “¡Escúchame, Señor! ¡Atiende mi clamor de justicia!” Que nuestras palabras y actos provengan de labios sinceros y corazones comprometidos con la verdad y la justicia. Solo así podremos ser testigos fieles del amor de Dios y agentes de reconciliación en nuestras comunidades, reflejando verdaderamente el amor de Dios y no simplemente aparentando.
Eugenio Albrecht